Valencia, 5ª de la Feria de Julio. Esto es el toreo.

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Ficha del festejo:
5ª de la Feria de Julio. Dos tercios de entrada. Toros de Victoriano del Río desiguales de presentación. 1º, 3º y 6º los mejores. El resto descastados.

Enrique Ponce: saludos tras aviso y petición, saludos tras aviso y oreja.
Morante de la Puebla: pitos, silencio y oreja.
Cuadrillas: José Manuel Montoliú saludó tras banderillear al tercero. El picador Cristóbal Cruz fue ovacionado en el sexto.
Incidencias: Ponce pasó a la enfermería para revisarse la rodilla izquierda tras la muerte del tercero.

Esto es el toreo. Amistad y competencia, diversidad de estilos, pitos y aplausos, pifias y aciertos, faenas memorables y simples detalles, toreo a caballo, pique en quites, como el que protagonizaron los toreros en el quinto de la tarde, por chicuelinas, por honor y por vergüenza torera. La media verónica de remate de Morante fue de ensueño, aunque en el cómputo general de la tarde en variedad capotera ganó Ponce: verónicas, delantales, chicuelinas... y vistosos remates: medias de manos bajas, revoleras, largas cordobesas...

De todo ello hubo en el mano a mano Ponce - Morante. No hubo puerta grande, eso no, pero hubo emoción, que a la postre es lo que cuenta en el toreo; calidad por encima de cantidad.

No pareció sobrado de fuerzas en los primeros tercios el ejemplar que abrió plaza, sin embargo llegó a la muleta con ganas de embestir y de repetir. Le ligó Ponce las dos primeras tandas sin enmienda, sintiéndose, aunque en ambas perdió las manos cuando el valenciano intentó bajarle más la mano. En la tercera serie hubo dos redondos que parecieron eternos y un cambio de mano que erizó la piel. Lo intentó entonces al natural, pero por ese pitón el toro no tenía la misma clase. Así que volvió a los derechazos para retomar la faena en el mismo punto de intensidad donde lo había dejado. Entró a matar y la estocada cayó ligeramente desprendida. El toro le persiguió hasta las tablas poniendo al de Chiva en verdaderos apuros. Saltó el torero al callejón y salió cojeando de la pierna izquierda visiblemente. La petición pareció mayoritaria, aunque el presidente no lo estimó así.

Si el toreo puede ser caricia y dulzura eso fue exactamente lo que hizo Ponce en el tercero. Cada tanda fue un bombón de chocolate repleto de temple y plasticidad. El inicio de faena, saliéndose desde tablas caminándole al toro, no pudo tener más torería. Los pases fueron brotando cada vez más largos, más sentidos, enroscándose cada embestida a la cintura, sobre todo en redondo. Los naturales no pudieron resultar tan ligados, pero tuvieron particular gracia, citando muy cruzado y presentando la tela sobre el albero por el pitón derecho para cambiarle el viaje en el momento en el que el animal se arrancaba. Los circulares completos semiflexionado pusieron la plaza literalmente en pie, y luego... luego pinchó dos veces antes de acertar con la estocada, y perdió lo que iba para premio gordo.

Lo el quinto fue otra lección magistral de temple y ligazón. Embistió mucho el de Victoriano, aunque sin la clase y la profundidad de los hermanos que había lidiado antes Ponce, que estuvo muy por encima de las condiciones del astado, entre otras cosas gracias a su temple sublime. Esta vez mató de estocada y se llevó la oreja.


El primero de Morante, un astado fuera de tipo y sin remate, entró a la franela del sevillano frenándose y recortando el viaje. Ni que decir tiene que el torero echó enseguida por la calle de en medio y se deshizo de él.

Al cuarto le dedicó algo más de tiempo. Tenía el de Victoriano las fuerzas más que justas, y el de la Puebla intentó que todo el mundo lo viera, auque sin demasiada convicción.

El que cerraba festejo derribó por dos veces al picador, la primera tras espectacular pelea, la segunda tras torear magníficamente a caballo Cristóbal Cruz. Le gustó el toro a Morante, que le endiñó un quite por tapatías marca de la casa presagio de sus intenciones con la muleta. Se sintió el de La Puebla. Fueron las suyas tandas más de apuntes que rotundas, con varios derechazos eternos de verdad, exigiendo mucho al astado por abajo, tanto que incluso llegó a quedarse a medio viaje varias veces, quedándose en las zapatillas y descolocando al torero. No importó, porque el sevillano continuó toreando con la misma entrega, roto tras cada embestida. Mató de estocada y a sus manos fue a parar la oreja del empate técnico.

Firmado: Carlos Bueno.